Fuente: elEconomista Acceder Noticia
El tamaño de este universo de activos sigue siendo un misterio y la forma de calificar a las compañías es mejorable, según los expertos. Invertir en ángeles es imposible”, reflexiona Cristian Balteo, de Nordea
La etiqueta ISR (Inversión Socialmente Responsable) vende. Y no solo eso: se está convirtiendo en un elemento convencional a la hora de configurar muchas carteras. En su informe ESG Investing Goes Mainstream -o lo que es lo mismo, La ISR se populariza-, publicado en mayo, JP Morgan señala que este tipo de inversión se está convirtiendo en la tendencia dominante dado que los inversores “quieren minimizar el riesgo reputacional y operativo sin sacrificar rentabilidad”.
Las siglas anglosajonas ESG (Environmental, Social and Governance), que se utilizan para identificar a los fondos que invierten según estos criterios, son en realidad más precisas que el acrónimo ISR a la hora de explicar a qué nos referimos cuando hablamos de esta forma de seleccionar valores, centrada en alcanzar objetivos medioambientales, sociales y de buen gobierno.
Que la demanda de estos activos aumenta es un hecho. Según los datos más recientes de la fuente global oficial, la encuesta de la Global Sustainable Investment Alliance (GSI), el universo de activos de inversión sostenible creció un 25% entre 2014 y 2016, y venía de hacerlo un 60% entre 2012 y 2014.